39. En los brazos de su hombre
Muchas personas habían intentado entrar en la habitación, pero con la mirada que Marcos les dedicaba, todos habían salido despavoridos sabiendo ahora que no podían interrumpir aquel momento casi sagrado para él.
Llevaba hora sentado en la misma posición, sin soltar la mano de Polina mientras que la otra de él se apoyaba suavemente sobre su vientre como si pudiera sentir en este a su hijo, no había dormido nada, no podía. La culpa de que ella estaba en ese estado por su culpa lo mortificada.
—No vas a temer a nada cuando nazcas —murmuró Marco inclinándose más cerca del vientre de Polina—. Te protegeré a ti y a tu madre, así como hice con tu hermano, nadie va a tocarlos otra vez. Tu papà se ocupará de todo.
Marco alzó la mirada hasta Polina pero ella parecía tan pacífica y silenciosa, cosa que ella normalmente no era.
Acarició con su pulgar el dorso de su mano y volvió a donde crecía su hijo.
—No sé si serás niño o niña, de lo que sí estoy seguro es que seré jodidamente feliz al tenerte