38. Despierta, principessa
Todo a su alrededor había desaparecido, era un murmullo lejano que ignoraba. Lo único que era importante para él era el peso tibio del cuerpo de Polina contra su pecho. No podía apartar la mirada de ella, de su palidez casi fantasmal, una y otra vez comprobaba frenéticamente el pulso en su muñeca delicada.
Su propio dolor fue ignorado, tenerla en los brazos no era suficiente porque ella aún permaneció inconsciente. La camisa de él estaba empapada de sangre de otros, de ella misma, quizás también en la de él, pero no podía apartar la mirada de su rostro ni por un instante. Sus párpados cerrados, su boca suave entreabierta.
Marco eliminó las gotas de sangre de ese bastardo que habían salpicado su hermoso rostro.
Algo tan puro como ella no debía ser tocado por algo tan asqueroso, como la sangre de Petrov.
—Principessa —murmuró para que solo ella pudiera oírlo—. Por favor abre los ojos para mí. Necesito que me mires para poder respirar de nuevo.
—Don, Damiano…
—No quiero informes —gr