123. En llamas
Satarah respiró profundamente mientras se ocultaba de los ojos de los hombres de Dimitry.
Ella no iba a ser una prisionera resignada pero tampoco estaba lista para enfrentarse a él.
Necesitaba salvarse a sí misma y no moriría en el intento.
Anteriormente había escuchado sobre el cambio de guardia. Solo debía esconderse hasta poder llegar al lugar y escapar.
Era arriesgado.
Casi tonto pero así lo hizo.
Tarah vio como uno de los hombres se quedaba solo en el área oeste, esa era su oportunidad. De manera sigilosa se acercó a él tratando de no llamar la atención de los otros.
—Señora Romanova.
Ella le sonrió fingiendo que su corazón no estaba roto.
—Hola, Deyan.
Ella se pasó una mano por el cabello llamando su atención enseguida mientras se inclinaba ligeramente mostrándole el valle de sus senos al hombre frente a ella. Enseguida lo vio tragar saliva nervioso.
Era un chico joven, no debía tener más de dieciocho años lo que lo hacía más manipulable.
Ni siquiera entendía qué demonios hacía