La pareja se miraba mutuamente, sin saber qué hacer o decir el uno al otro.
—Deberías haber insistido un poco más antes de pedir dinero, Frederic, va a parecer que estamos aquí por interés. —Decía Louise, indignada.
—¿Y por qué estamos aquí, entonces? —Respondió él, también indignado.— Si vemos que estamos perdiendo, debemos retirarnos con lo que podamos ganar aquí.
Aceptar lo que Théo había dicho estaba fuera de cuestión para Louise. No podía permitir que todos sus planes se echaran a perder así, aún más después de contarle —y presumir— a todas sus amigas que su hija Lilian se casaría con el único heredero de Joaquim Campos. Volver a su país y asumir que estaba equivocada le causaría muchos problemas, que no quería enfrentar de ninguna forma.
—Pero no deberías haber sido tan directo.
—¿Qué querías que hiciera? Él apareció decidido. ¿Realmente crees que cambiaría de idea si yo insistiera? Ese bastardo es igual al abuelo, duro de quebrar. Si decidió, ya está decidido.
Frederic parecía