Cuando Sídney abrió los ojos, la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando patrones dorados en la habitación.
Por un momento, todo parecía un sueño, un instante suspendido en el tiempo.
Sin embargo, la confusión se apoderó de ella, y no pudo evitar preguntarse dónde estaba.
La calma del amanecer pronto se vio interrumpida por una oleada de recuerdos que la golpearon con fuerza.
Recordó cada detalle, cada instante que la había llevado hasta allí.
Dio un salto fuera de la cama, un movimiento impulsivo que le causó un dolor punzante en el cuerpo.
Sus pechos ardían, recordándole la reciente experiencia de ser madre.
¡Su hija! Era el único pensamiento que cruzó su mente, y el pánico se apoderó de ella. ¿Dónde estaba?
La imagen de su pequeña la llenó de terror. Pensó en Travis, en ese hombre que había traído tanto caos a su vida.
¡Él le había robado a su hija!
Sin pensar en las consecuencias, corrió desesperada, atravesando la alcoba con pasos apresurados.
El eco de su propia