Andrew miró fijamente a Stelle, y por un instante ella sintió que el corazón iba a escapársele del pecho. Todo dentro de ella quería gritar, no, quería detener aquella locura, negar lo que Liam había impuesto.
Y, sin embargo, había otra parte, una más profunda y frágil, que quería aferrarse a él con todas sus fuerzas.
Estaba a punto de abrir la boca, pero Andrew se adelantó.
—Lo haré —dijo con solemnidad inesperada—. Me casaré con Stelle.
El silencio cayó como un golpe seco. Liam sonrió, satisfecho, casi orgulloso, como si aquella decisión fuera exactamente la que esperaba escuchar.
Colocó una mano firme en el hombro de su amigo y luego tomó a Stelle por el brazo para llevarla fuera de la habitación. Andrew se quedó quieto, mirando el vacío, como si intentara convencer a su propia alma de que aquello era lo correcto.
Apenas cruzaron el umbral, Liam se volvió hacia su hermana. Sus ojos, siempre tan protectores, brillaban con una mezcla de enfado y preocupación.
—¿Por qué lo hiciste, St