—Andrew… yo… —Stelle apenas pudo articular las palabras, su voz se quebró antes de terminar la frase.
Pero Andrew no la escuchaba realmente. Estaba demasiado ocupado intentando recordar.
Los pequeños fragmentos de la noche anterior regresaban a su mente con brutal claridad. Los besos urgentes. Sus manos temblorosas.
La forma en que ella había gemido su nombre. Durante unos segundos creyó que había sido un sueño erótico, un desahogo de su mente confundida… pero no.
Era la realidad. La cruda y devastadora realidad.
Se llevó una mano al rostro, sintiendo cómo el remordimiento se le clavaba en el pecho.
—Stelle… —tragó saliva, incapaz de mirarla directo a los ojos—. Lo de ayer… fue un error. No debió pasar.
Las palabras fueron como una puñalada. Los ojos de Stelle se llenaron de lágrimas al instante. No respondió. No intentó defenderse, ni buscar una explicación, ni justificar lo que ambos habían hecho. Simplemente, bajó la mirada, como si esas pocas palabras bastaran para destrozarle el c