Inicio / Romance / Esposa imperdonable / Capítulo: Embarazada, otra vez
Capítulo: Embarazada, otra vez

Afuera, Sídney caminaba sin rumbo, sus pasos vacilantes resonaban en el pasillo vacío, mientras el peso del mundo parecía aplastarla con cada latido.

De pronto, el muro de contención que había sostenido durante tanto tiempo se quebró. Las lágrimas comenzaron a brotar como un torrente imparable, cayendo con furia sobre su rostro desencajado.

Se dejó caer al suelo, derrotada, sin importarle quién la viera, sin importar el juicio o las palabras ajenas.

En ese instante, nada tenía sentido, salvo el dolor que le carcomía el alma.

Su corazón sangraba por dentro, porque ahora lo comprendía con una claridad devastadora: su propio padre, el hombre que debía haberla protegido, la había usado como una simple pieza de ajedrez, un estorbo, un error en su plan macabro. Nunca la amó realmente.

Todo había sido fachada, una estrategia para protegerse a sí mismo, sin importar el daño que le causaba a ella.

El recuerdo de la mirada enferma y vacía de su madre la atravesó como una daga.

Las preguntas tímidas y desesperadas sobre la existencia de otra mujer, las mentiras de Sídney, las promesas de un padre ausente y ausente en alma que le aseguraba que todo estaba bien, que no había nada de que preocuparse.

Pero ella sabía la verdad: la cruel ironía de un amor que nunca existió.

Un vacío helado se instaló en su pecho, aplastándola, consumiéndola. Pero incluso en ese abismo, no estaba completamente sola.

Lentamente, llevó una mano temblorosa a su vientre, pensó en su pequeño Liam, la única luz en medio de tanta oscuridad.

Con una voz quebrada, apenas un susurro entre sollozos

—Te tengo a ti —prometió, su voz firme aunque frágil—. Nadie va a hacernos daño. Nadie nos separará. Pase lo que pase, hagan lo que hagan, vamos a salir adelante. Por ti... por nosotros. Porque yo no soy como ellos. No voy a rendirme.

***

En otro lugar, Travis se encontraba frente a Leslie, la tensión llenaba el aire como una tormenta a punto de estallar.

—¿Por qué lo hiciste, Travis? ¿Aún la amas? —preguntó ella con voz firme, mirando sus ojos, buscando una respuesta que no llegaba.

Él guardó silencio, luchando contra el tumulto interno que lo consumía.

—No la amo —respondió con rabia contenida—. La odio, Leslie. La odio con toda mi alma.

Leslie soltó una risa amarga.

—¿La odiabas cuando le hiciste el amor? —inquirió, cortante—. Porque tú me dices que me quieres, pero nunca me has hecho el amor a mí.

Travis desvió la mirada, incapaz de sostener su reproche.

—Sabes que esto no es por ti... —murmuró, intentando justificarse.

—Sí —replicó ella—, tú no puedes hacerme el amor, dices que no puedes tener intimidad por un problema, pero ¿a ella sí? ¿Cómo puede ser eso?

Leslie se giró para irse, la frustración y el abandono reflejados en cada paso, pero Travis la detuvo, desesperado.

—Leslie, no me dejes —rogó, su voz quebrándose—. Tienes razón, fui un cobarde. Estoy atrapado en este círculo tóxico que ella me dejó. La odio, pero no puedo salir.

Ella lo miró fijamente, con una falsa compasión y firmeza, y acarició su rostro con suavidad.

—Yo te amo, Travis —dijo—. Si puedes olvidarla, demuéstramelo. Cásate conmigo y divórciate de ella. Solo así creeré en ti.

Sin esperar respuesta, Leslie se alejó, dejando a Travis solo con sus fantasmas.

Fue entonces cuando recordó lo más importante: ella aún no había firmado el divorcio. Necesitaba que ella firmara, por las buenas o las malas.

***

Quince días después, Sídney estaba sentada en la fría sala de espera del hospital, con las manos entrelazadas y el corazón latiendo con una intensidad que casi la hacía temblar.

La incertidumbre, la carcomía, pero no podía permitirse perder la esperanza.

Finalmente, la puerta se abrió y apareció una enfermera, con una expresión amable pero seria.

—Señora Shepard, aquí están los resultados de sus análisis —dijo, entregándole un sobre.

La mano de Sídney comenzó a temblar al tomar el documento. Un frío recorrió su espalda, un escalofrío de miedo y ansiedad que se mezclaba con la emoción contenida.

Abrió lentamente el sobre, con los ojos húmedos y la respiración contenida.

Cada palabra que leía parecía un latido más fuerte en su pecho.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero esta vez no eran de dolor ni de desesperanza, sino de alivio y luz.

Una sonrisa luminosa.

«Lo conseguí —pensó con una mezcla de incredulidad y alegría—. Estoy embarazada. No solo eso, tengo una nueva esperanza: tendré otro hijo, y también salvaré la vida de mi pequeño Liam.»

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP