El beso se volvió urgente, casi desesperado, como si Andrew quisiera aferrarse a algo que estaba a punto de perder, como si la necesitara para no caer en la oscuridad que lo consumía desde hacía días. Stelle sintió un estremecimiento recorrerle el cuerpo, un temblor que la tomó por sorpresa.
Era una mezcla confusa entre temor, deseo y esa atracción inevitable que siempre había intentado ocultar.
Por un instante su instinto quiso apartarlo, poner distancia, recordarse que aquello era una locura, que estaban vulnerables, heridos, y que lo que había sucedido horas antes debía ser una advertencia. Pero no pudo. El calor de su boca, el sabor de sus labios, la forma en que él la sostenía, todo eso era más fuerte que cualquier pensamiento racional.
Andrew la tomó por la cintura con una firmeza que la hizo temblar y, en un movimiento decidido, la giró, quedando ella debajo de su cuerpo. El colchón se hundió bajo su peso, atrapándola de una forma que la hizo sentir pequeña, frágil, pero extraña