Beth empujó al hombre con todas sus fuerzas, pero él la sujetó con más brutalidad, atrapándola contra la pared.
—¡Aléjate de mí! —gritó con furia, su voz quebrándose de indignación—. ¡No quiero nada de ti, imbécil! ¡Ni dinero, ni favores, ni absolutamente nada! ¡Nunca voy a traicionar a Mateo Savelli!
Los ojos del hombre brillaron con una mezcla de burla y desprecio.
—Eres una tonta si crees que ese hombre te dará un lugar en su vida —soltó con veneno—. ¡Solo eres su amante! No eres nada. Créeme, harás lo que yo diga… quieras o no.
El sonido de unos pasos apresurados interrumpió el tenso momento.
—¡Voy a llamar a la policía! —la voz del conserje tronó en el pasillo.
Bruno soltó a Beth al instante, sus ojos oscuros evaluando la situación. Gruñó algo entre dientes antes de girar sobre sus talones y largarse.
Beth dejó escapar un tembloroso suspiro, sus piernas cediendo por un momento.
—Gracias… —susurró al conserje antes de dirigirse a su habitación, con el pecho oprimido y el miedo aun