Proteger a los niños.
De reojo vio como Sebastián se levantaba de su asiento en la esquina opuesta del restaurante, con esa característica determinación que siempre había mostrado.
Sintió cómo el estómago se le contraía mientras un escalofrío recorría su espalda, anunciando le que ahí, podía correr sangre.
Por ello, decidió levantarse con un movimiento fluido y elegante, disculpándose brevemente con una sonrisa tensa, para luego dirigirse a su encuentro, como quien se aproxima a un animal salvaje e impredecible.
Debía evitar a toda costa que ese hombre, con su imponente presencia y esa mirada penetrante que parecía leerle el pensamiento desde la distancia, arruinara los planes que había trazado.
—¿Qué haces aquí? precisamente en este lugar. Este no es un lugar común ni apropiado para que el gran empresario Sebastián… ¿Cómo es que se apellida tu padre? —le sonrió con una mezcla de ironía y desafío que intentaba ocultar su nerviosismo— ¿Me estás siguiendo, acaso? ¿Has decidido convertirte en mi sombra