Tengo todo bajo control.
Aferrado a la carpeta, Sebastián descendió por el edificio con el gesto endurecido.
No había gloria en su expresión, solo la determinación de un hombre que ya había perdido demasiado.
El orgullo herido exigía redención, y la culpa, esa que lo había estado devorando en silencio, lo empujaba con una fuerza implacable.
Ya no estaba dispuesto a permitir que siguieran utilizando el nombre de Isabella para encubrir los pecados de otros.
El teatro de Alessia se acercaba a su final, y él pensaba arrancarle el telón con las propias manos.
El auto blindado lo esperaba al pie de la acera.
Apenas entró, las puertas se cerraron con un golpe sordo, dejándolo a solas con su respiración agitada.
Sacó su móvil con un movimiento automático y marcó el número de Mariana.
—¿Mariana?
Al otro lado, la jefa de comunicaciones respondió con rapidez, pero su tono dejaba entrever la ansiedad y preocupación acumulada.
—Sebastián, ya tengo el comunicado preliminar listo. El equipo de prensa también está preparado