No voy a soltarte.
Isabella sintió cómo las palabras de Gabriel golpeaban en rincones que creía olvidados, removiendo memorias y cicatrices que aún no terminaban de cerrar.
Recordó, una tras otra, las humillaciones sufridas en su vida pasada, aquellas que había intentado enterrar bajo capas de fortaleza. Sin embargo, lo que más le dio una punzada aguda en el corazón fue el bebé que murió con ella y que nunca pudo ni podrá conocer, un recuerdo que la atravesó con una mezcla insoportable de dolor y ternura perdida.
La historia de la madre de Gabriel fue para Isabella como mirarse en un espejo roto y reconocer, en cada fragmento astillado, partes de sí misma que creía olvidadas.
Inspiró hondo para recuperar el control, apartó un mechón de su rostro en un gesto que le dio tiempo para ordenar las ideas y sostuvo su mirada con la firmeza de quien entiende demasiado bien el peso de lo que acaba de escuchar, antes de responder.
—Entiendo lo que es necesitar renacer. A veces, la versión que el mundo cree conocer