Ese hombre es todo lo que está bien en la vida.
Por dentro, Gabriel deseaba transmitir admiración sin incomodarla, mostrar cercanía sin invadir su espacio. No quería dar un paso en falso frente a una mujer que, sin proponérselo, ya había trastocado su equilibrio profesional.
Ella le ofreció una sonrisa breve, más de cortesía que de vanidad, aunque en su mirada brilló un destello de gratitud genuina, como si por primera vez en mucho tiempo, alguien lograra verla más allá del apellido que arrastraba como un lastre silencioso.
Al mismo tiempo, no pudo evitar notar el tono de doble sentido con el que él había dicho "lo que estamos construyendo"; no era sólo una referencia a su sociedad empresarial, sino a algo más que todavía no se atrevían a nombrar.
Ese matiz no pasó desapercibido para ella, ni tampoco para Gabriel, quien intentaba controlar su lenguaje con precisión quirúrgica para no dar la impresión equivocada.
Se volvieron al mismo tiempo. Las sombras de la noche, entremezcladas con el resplandor dorado que escapaba del salón, le