Dinamita y pólvora.
La sala creativa de Lyon Group era un espacio pensado para la innovación. Las paredes estaban cubiertas con murales conceptuales, mientras que las maquetas 3D flotaban sobre plataformas giratorias. Además, un tablero interactivo latía como un corazón digital en el centro de la habitación, mientras el aire olía a café recién hecho.
Gabriel León revisaba el contrato de licencias estratégicas con una concentración imperturbable, mientras Isabella lo enfrentaba con los brazos cruzados y la barbilla en alto.
La tensión en su postura era visible, ya que sus dedos se crispaban levemente sobre sus antebrazos y sus labios se mantenían apretados, mientras sus ojos oscuros lo taladraban con una mezcla de determinación y desdén.
Ambos llevaban más de tres horas analizando cláusulas, tachando líneas y reformulando escenarios de proyección, sin ceder ni un solo punto. Ninguno de los dos quería hacerlo, aunque sabían perfectamente que sólo una combinación de sus fuerzas podría transformar esa cadena