La noticia de que las habían localizado había caído sobre la casa como un rayo. Julieta no podía calmarse; caminaba de un lado a otro de la sala con las manos en el cabello y los ojos perdidos. Serena y Lianett intentaban mantener la calma, pero sabían que el reloj corría.
—¡No puedo! —Explotó Julieta golpeando la mesa de centro. —¡No estoy lista para verlo! —Lianett y Serena intercambiaron una mirada. La escena era inevitable, pero ver a su amiga tan al borde les apretaba el pecho. —Tenemos que irnos ya mismo, tenemos que ir a empacar. —Asintió varias veces. —Ellos no pueden encontrarnos. Serena, hay que irnos, ¿Qué esperas?
—Escúchame. —La detuvo Lianett, apoyando las manos sobre sus hombros. —Yo tampoco pensé decirte esto, pero… él está muy mal, Julieta. Kenji está deshecho, quizás es tiempo de enfrentar las cosas. No puedes huir para siempre, lo sabes y solo crees que sí porque es lo que te hace feliz. —Julieta la miró con horror.
—¿Me estás pidiendo que lo perdone?
—No. —Respondi