Kenji llegó a la mansión de Barak al amanecer. La luz gris filtrándose por los ventanales hacía parecer todo más frío. No había dormido. Kai estaba seguro y vigilado por un amigo por si Mara sospechaba algo, pero lo que su hijo le había revelado le hervía en la cabeza.
Al abrirse la puerta, Lianett apareció con su bebé en brazos y la mirada todavía cansada. Detrás de ella, Barak, de brazos cruzados y ojos fríos, como si se esperara una nueva discusión.
Kenji levantó las manos, agotado.
—Necesito hablar con los dos. No vengo a pelear. —Barak arqueó una ceja, pero se apartó para dejarlo pasar. La sala estaba silenciosa salvo por el llanto débil del bebé. Kenji respiró hondo. —Me equivoqué. —Dijo por fin, con la voz ronca. —Y les debo una disculpa. —Lianett lo miró con sorpresa. Barak no respondió. Kenji continuó. —Kai me contó lo que escuchó de Mara. No puedo negarlo más. Ella está obsesionada conmigo y con la agencia. Cree que si Julieta desaparece yo volveré. Está dispuesta a todo.