Barak se quedó ahí parado mirándolos fijamente y dándose cuenta como él, un hombre que nunca había pensado en el sentir de los demás y siempre hacía su voluntad estaba quieto por respeto a sus hijos, pero eso no quitó los mil y un pensamientos que tenía de como destruirlos.
¿Cómo era posible que su muñeca, la única que le pone a temblar el corazón desde siempre le haya dicho a otro hombre que se casaría con él sin más? ¿Cómo es que él, un hombre que nunca siente ahora no sabe ni como reaccionar debido a que no conoce ese sentimiento que está experimentando?
Furioso por todo lo que está sintiendo, miró a Lianett quien también lo estaba mirando bastante desconcertada, pues jamás había visto a Barak demostrando algo con sus gestos y justo en ese instante no había pizca del hombre frío, sus ojos tienen una mirada que ella se niega a creer que es tristeza.
―No escucho lloros, quejas ni suplicas ―Caminó al auto. ―Mis hijos vendrán conmigo después de la escuela y sus extracurriculares. ―