Para Barak no había nada que hacer, su muñequita sabía de donde agarrarlo y no podía arriesgarse a que sus hijos se descontentaran con él, así que dar su brazo a torcer fue la mejor decisión, aunque él solo pensaba en su ego y en como no podía tener el control de la situación.
Los últimos días habían sido difícil, si bien sus hijos se habían acercado un poco a él, lo seguían viendo como un desconocido y eso lo frustraba demasiado. Lianett por su parte ha estado de los más feliz trabajando y cada vez la ve más emocionada y radiante lo que lo pone loco de los celos.
―Estoy harta de ser una cautiva. ―Julieta quien había estado encerrada en una habitación la miró. ―Mataré a ese tal Kenji, ¡Es un bastardø!
―¿Puedes callarte? ―Lianett miró a su alrededor y no verlo la alivió. ―Justo por eso te encerró, ¡Lo golpeaste y lo insultaste frente a sus hombres!
―Bien merecido se lo tenía el asiático imbécil ese. ―Endureció más el gesto. ―¿Se puede saber porque tu marido me tiene aquí si sabe qu