ETHAN GARDNER
La terraza del restaurante estaba tranquila.
Unas cuantas mesas ocupadas, el sol bajando detrás de los edificios, y Olivia sentada frente a mí, impecable como siempre.
Yo, por el contrario, estaba en llamas.
No por ella —aunque verla siempre me dejaba medio sin aire—, sino por una indignación que me carcomía por dentro.
—No es justo —dije, cruzándome de brazos.
—¿Qué no es justo ahora princeso? —preguntó Olivia con esa voz serena, mientras removía el azúcar en su té con una elegancia que me intimidaba y enamoraba al mismo tiempo.
—¡Que Oliver ya besó a mi hermana!
Ella parpadeó, alzó una ceja, y luego tomó un sorbo como si nada.
—¿Y… eso por qué es injusto?
Me incliné sobre la mesa, como si estuviera compartiendo una conspiración secreta.
—Porque él ya está con Tiff. La besó. ¡Y yo ni siquiera he podido tomarte la mano sin sentir que me explota el pecho!
Olivia dejó la taza con calma.
—¿Estás celoso de tu amigo porque es más rápido?
—¡No! Bueno, sí. ¡O sea, no celoso, ce