LISSANDRA
La tarde había caído como una cortina pesada sobre la oficina. Había intentado concentrarme, de verdad lo intenté, pero el recuerdo de Eydan, su sonrisa venenosa, su cercanía, esa confusión que me atormentaba... todo volvía una y otra vez como una maldita espina en la garganta.
Me levanté con la excusa de ir por agua, pero lo que necesitaba era aire. Caminé hacia la sala común, y ahí estaba Ethan. Solo. Sentado en el sofá, con los codos sobre las rodillas y la mirada clavada en el suelo como si el mármol pudiera darle respuestas.
Dudé. Pero luego respiré hondo y me acerqué.
—¿Puedo sentarme?
Él alzó la vista. Me miró por un segundo como si no me hubiera escuchado llegar, y luego asintió.
—Claro.
Nos quedamos en silencio unos segundos. Lo miré de reojo. Tenía los nudillos rojos. ¿Se había golpeado algo? ¿O era pura tensión?
—Gracias… —susurré—, por protegerme hoy. No sé qué habría hecho si tú no hubieras estado ahí.
Él negó con la cabeza.
—No me agradezcas. Ojalá no hubiera t