OLIVIA DRAKE
El ascensor llegó con un leve ding, y caminamos en silencio por el pasillo del edificio. Ethan no había soltado mi mano desde que salimos del parque.
Sus dedos entrelazados con los míos seguían tibios, tranquilos… como si no quisiera que el momento acabara.
Frente a la puerta de mi departamento, se detuvo.
—Entonces… ¿ya estás en casa —murmuró, con una media sonrisa que me derretía los nervios.
Asentí.
—Sí… aunque aún me duele la cara de tanto reír contigo.
—¿Eso es bueno o malo?
—Depende. Si me haces reír así de seguido, voy a necesitar una crema antiarrugas antes de lo esperado.
Rió bajo. Esa risa suya… honesta, un poco tímida, absolutamente encantadora.
Se acercó un poco más.
Solo un paso.
Suficiente para que su aliento chocara con el mío.
—Gracias por hoy, Olivia —dijo en voz baja, como si no quisiera romper la noche con su tono—. Fue… más de lo que imaginé.
—¿Y qué habías imaginado?
—Que tú me mirarías, te reirías de mí y saldrías corriendo.
—¿Y ahora?
—Ahora… tengo