ETHAN GARDNER
Yo no sabía si reír, desmayarme… o pedirle matrimonio ahí mismo.
Olivia, aún sonriendo como si todo esto no fuera una bomba nuclear emocional, se giró hacia mí mientras Oliver la soltaba con resignación.
Yo seguía clavado en el lugar como si mis pies fueran raíces y ella la tormenta perfecta.
—Por cierto, princeso —dijo sacando su celular como si nada—. Dijimos que si el destino nos cruzaba una tercera vez… te daría mi número, ¿recuerdas?
—S-sí —balbuceé, con la voz temblorosa de alguien que acaba de ver a Dios… y Dios tiene rímel y una sonrisa perfecta.
Extendió su teléfono hacia mí.
—Aquí tienes. Anótate. Pero sin memes raros, ni “buenos días princesa” a las seis de la mañana. ¿Entendido?
—Lo juro por todos mis boxers —murmuré mientras tecleaba mi número con los dedos más torpes del planeta.
Cuando terminé, me hice una llamada para guardar el contacto. Ella sonrió… y me guiñó un ojo.
Se me fue el alma del cuerpo.
Y no volvió.
—Nos vemos, Ethan.
—Sí… sí… claro que sí…
L