OLIVIA DRAKE
—¡CAMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII! —grité apenas crucé la puerta del departamento, dejando caer la mochila, el teléfono, y casi también los zapatos.
Camila apareció en la cocina, con cara de susto, cucharón en mano.
—¡¿Qué pasó?! ¿Te asaltaron? ¿Chocaste? ¿Oliver te habló? ¿Te enfermaste?
—¡Me dio su número!
—¿Quién, Oliver?
—¡No! Ethan. ¡EL PRINCESOOOOOO!
Camila parpadeó. Varias veces.
—¿Perdón?
—¡Nos encontramos de nuevo! ¡Tercera vez! El universo cumplió su parte del trato. El ascensor. Su cara. Su sonrisa idiota. ¡TODO!
—¿Te lo encontraste de nuevo? —dijo con voz de “no puede ser”.
Me lancé al sofá, gritando en la almohada como una adolescente hormonal enamorada.
—Y me dijo que estaba enamorado. No con palabras. Pero con los ojos. ¡CON LOS OJOS, CAMI!
—Estás loca.
—¡¿Y QUÉ SI LO ESTOY?! —grité desde el cojín.
—¿Dónde fue esto? —preguntó, sentándose frente a mí.
Me incorporé lentamente, el corazón aún latiéndome como si hubiera corrido una maratón.
—En la empresa de mi herma