ASHTON GARDNER
Tomaba su mano con fuerza, pero también con una delicadeza reverente. Mi Liss. Mi valiente, mi todo.
Estaba en plena labor de parto y ni el temblor en sus piernas ni el sudor en su frente la hacían detenerse. No la había visto tan fuerte ni siquiera cuando luchó por su vida.
—Respira, amor… —susurré, apoyando mi frente contra la suya mientras otra contracción la sacudía—. Ya casi. Lo estás haciendo increíble.
Ella apretó los dientes, gruñó entre sus labios, pero no soltó mi mano. La sostuve como si al soltarla el mundo se desmoronara. Sequé su frente mojada por el esfuerzo que hacía al traer a nuestros bebés al mundo.
—Ashton… —jadeó con la voz entrecortada—. ¡Vienen, Ash, vienen!
—Lo sé, princesa… Lo sé. Ya llegan nuestros bebés.
Afuera, en la sala de espera, estaban todos. Ethan, Olivia, William, Camila, Oliver, Tiff... incluso Erick, que la última vez que lo ví tenía sus manos unidas como si creyera que rezar ayudara. Tres meses habían pasado desde aquel día oscuro,