—¿Dónde estabas?
—Salí. No es de tu incumbencia. Espero que hayas firmado los papeles. Como habrás leído, la empresa volvió a tus manos. Yo no quiero verte nunca más en mi vida.
—¿Así de fácil? Viví un infierno estos últimos tres años a tu lado, y te vas así de fácil.
—¿Qué más quieres, Marcus? Te estoy dando tu tan ansiada libertad para que corras donde tu exnovia. Ve por ella, hazla tu esposa y sé feliz. Lamento haberte robado tres años de tu vida. Iré por mis cosas. Ya no tendrás que ver la cara de esta asquerosa mujer que solo te causa asco.
Empecé a subir la escalera, pero él se levantó furioso.
—¡Lissandra!
Me tomó del brazo y me giró hacia él, abriendo mi abrigo.
—¡Oye!
—¿Dónde m****a pasaste la noche?
—Ya te lo dije: no es tu asunto. Firma los papeles. Todo lo que tenga que ver conmigo ya no es tu problema.
Me solté de su brazo y subí a mi habitación. Pude sentir cómo subía también y se encerraba en la suya dando un portazo. Yo me metí al baño. Al dejar caer mi abrigo y mi lencería, pude ver marcas de chupetones por todo mi cuerpo. No pude evitar sonreír al recordar esa noche tan apasionada que me dio ese gigoló.
... Erick... susurré. Me metí a la ducha. Después de un buen baño, tomé mi maleta y la llené con mis cosas más importantes. Bajé con dos maletas. Marcus estaba sentado en el sofá con la mirada perdida y los papeles en la mano.
—Me voy, Marcus. Dejé un poco de ropa que no uso, por favor bótala o quémala. Todas las joyas que me regaló el abuelo y que te hizo comprarme están en la mesita de noche. No me llevo nada, solo mi ropa que compré con mi sueldo. ¿Me podrías entregar los papeles firmados, por favor?
Marcus estiró su mano con la carpeta. Los revisé y ahí estaba su firma.
—No pides nada en compensación por estos tres años. Te vas sin nada.
—Así es. No quiero nada. Suficiente fue con el daño que te hice. Ya no me volverás a ver. Lamento haberte destrozado la vida, Marcus. Solo quiero que sepas algo: yo jamás envié ningún mensaje, porque jamás supe ni siquiera el nombre de la mujer que amabas. Eso era solo tu secreto. Traté de que me amaras. De verdad traté. Ojalá jamás me hubieras ayudado en preparatoria. Así jamás me hubiera enamorado de ti, Marcus. Te deseo suerte. Búscala y sé feliz. Hasta nunca, Marcus.
Salí de la que fue mi casa los últimos tres años. Sentí un nudo en la garganta. Saber que hice todo lo posible para que sintiera, aunque fuera un poquito de amor por mí, y solo recibí desprecio de su parte... Me di vuelta y la miré una última vez después de subir mis maletas.
Adiós, Marcus. Tomé mi auto y me fui.
Pasaron tres meses. No había podido encontrar empleo. Supe que las acciones de la empresa de Marcus bajaron y que el poderoso Ashton Gardner se había ensañado con él, quitándole clientes y proyectos importantes. Ya no estaba yo para defender esos proyectos, así que Ashton se los quitó sin problemas.
Me había sentido muy mal del estómago la última semana, así que ahora estaba frente al médico que me había visto crecer. Me atendía con él desde que tenía catorce años. Leía mis exámenes frunciendo el ceño, luego dio una sonrisa.
—Bueno, Liss... felicidades.
—¿Felicidades? ¿Por qué felicidades?
—Vas a ser madre.
—¡¡¡¡¡¡¡¡QUEEEE!!!!!!!!!
Sentí mi corazón subir hasta la garganta.
—Así es. Tienes doce semanas de embarazo. Más o menos tres meses.
No lo podía creer. Una sola noche con ese gigoló y quedé embarazada. Por supuesto que yo era muy fértil. El infértil era Marcus. Después de un año intentándolo, jamás quedé embarazada de él. Yo ya lo sabía, pero jamás imaginé que fuera tan fácil.
—Doctor, ¿está seguro?
—Muy seguro. Dame un momento.
Mi doctor tomó el teléfono.
«Aló, Mary, ¿tengo más pacientes? Ya veo, gracias.» Luego envió un mensaje, que fue respondido en segundos. Sonrió.
—Acompáñame, Liss.
—¿Dónde vamos?
—Donde un colega que es ginecólogo.
Lo seguí. Iba sonriendo mientras yo caminaba con una tormenta en mi mente. ¿Cómo contactaría a Erick? ¿Sería bueno avisarle o le arruinaría la vida? Tal vez era mejor tener a mi bebé sola... ¿O debía buscarlo?
Una puerta se abrió dejando salir a un médico de unos cuarenta años.
—¡Así que ella es tu paciente! Pasen.
Entramos y me senté mientras mi doctor le mostraba mis exámenes a su amigo.
—Bueno, Liss, sácate todo lo de abajo y recuéstate en esa camilla.
Me entregó una pequeña sábana. Obedecí, me cubrí y me recosté.
—¿Crees que se pueda ver a las doce semanas? —le preguntó mi doctor, tan emocionado como yo.
—Sí. A ver, Liss, separa las piernas y puja un poquito.
Sentí que el ginecólogo introducía una pequeña varita mientras miraba la pantalla. Una sonrisa apareció en ambos rostros.
—Escucha...
De repente, un sonido como un bombeo llenó la habitación. El doctor giró la pantalla y pude ver... ahí, una pequeña manchita, y el sonido de su corazoncito. Las lágrimas cayeron por mis mejillas.
—¿Ese es mi bebé?
—Sí. Por lo que veo, viene sanito, con buen tamaño y un corazón fuerte.
—Seré madre —susurré sin poder parar mis lágrimas.
El doctor imprimió una pequeña fotito y me mandó a vestir. Una vez lista, me senté frente a él.
—Bueno, Liss, felicidades. Serás madre. Aquí tienes una receta de suplementos, además de algunos exámenes. Debes volver en un mes para los controles.
—Gracias, doctor.
Salí de la consulta feliz, directo al bar donde me encontré con el gigoló. Al ver que el barman no era el mismo, me decepcioné, pero me acerqué de todas maneras.
—Señorita, ¿en qué la puedo ayudar?
—Busco al otro barman. ¿A qué hora entra en su turno?
—Yo soy el único barman aquí, señorita.
—Hace tres meses vine y había otro.
—Oh, ya veo. No, él ya no trabaja aquí.
—Busco a un hombre que trabaja aquí. Se llama Erick.
—Mmm... No. Aquí no trabaja ningún Erick.
—Es un hombre alto, pelo negro, ojos azules.
—No, no hay nadie con esa descripción.
—Entiendo. Gracias.
Salí del bar. Una suave lluvia cayó sobre mí. Cerré los ojos y miré al cielo. Toqué mi vientre.
Bienvenido al mundo, cariño. Solo seremos tú y yo. Pero mientras yo esté, nunca nadie te hará daño.
Me subí al auto y me fui al departamento.