ASHTON GARDNER
El aroma del café recién hecho llenaba la cocina. El sol de la mañana se filtraba por las ventanas, bañando las superficies de mármol con una luz dorada que hacía que todo pareciera más tranquilo de lo que en realidad era. Me encantaban estas mañanas. La casa en calma, el murmullo del viento afuera, y la certeza de que el día empezaba con paz.
Tiffany ya estaba sentada en la isla con una bata rosada, su taza entre las manos y el cabello revuelto en un moño flojo. Ethan revolvía unos huevos revueltos, mientras tarareaba algo de fondo.
—¿Y tú por qué sonríes tanto? —preguntó Tiff sin apartar la vista de su taza—. Tienes esa sonrisa de “sé algo que ustedes no”.
—¿Yo? ¿Sonrisa? No, para nada —dije, sirviéndome café mientras disimulaba lo evidente.
—Vamos, Ash —intervino Ethan—. Te conozco desde que tenías brackets. Esa es tu cara de “estoy a punto de soltar una bomba”.
Me reí, no lo podía evitar.
—Está bien, está bien. Les traje algo —dije, dejando mi taza y buscando en el