ASHTON GARDNER
Pensé que el ensayo de la boda me pondría nervioso.
Pero lo que sentí al ver a Liss caminar hacia mí, con ese vestido blanco sencillo, fue otra cosa. Fue... vértigo. No por los tropiezos, las flores voladoras o el padrino que casi se mata. No. Fue ella.
Esa sonrisa.
Esa forma de mirar como si todo su mundo se detuviera en mis ojos.
Y yo… yo quería congelar el tiempo y quedarme ahí. Para siempre.
Después del desastre con la maceta, que terminé recibiendo en la espalda para protegerla (porque claro, un jodido adorno gigante no iba a arruinarle su momento), terminamos entre risas y miradas cómplices.
Ver a Erick cargando los anillos con esa seriedad… joder.
Mi hijo. Nuestro hijo.
Entregándome el amor de mi vida.
Sí, casi lloro. Y no me avergüenza decirlo.
Cuando cayó la noche, me fui a mi habitación de invitados. Porque según Erick y Madeleine, bendita dama de honor, no podía dormir con la novia. Tradiciones, supersticiones, tonterías.
Aunque traté de colarme en la habitac