LISSANDRA
El vestido colgaba del perchero como una promesa.
Blanco, elegante, con caída de seda, escote corazón y una espalda abierta que gritaba sensualidad y poder. Las flores naturales llenaban la habitación con su perfume, y el murmullo lejano de los invitados llegaba como un eco suave.
Me miraba al espejo, con el maquillaje impecable, el corazón latiéndome en la garganta y los nervios vibrando bajo la piel.
Faltaban minutos.
Erick ya estaba vestido con su mini traje blanco, nervioso y adorable, listo para caminar hacia su padre… y entregarme a él. A Ash.
Mi amor. Mi compañero. El hombre que me reconstruyó.
Tomé aire, intentando calmarme. Pero entonces, un clic sordo me sobresaltó.
Una ventana.
Giré con rapidez, el cuerpo tenso.
—¿Qué mierda…?
Mi voz apenas salió cuando lo vi.
Marcus.
Despeinado, con los ojos oscuros de desesperación, el traje arrugado, las manos temblorosas. Había escalado hasta mi habitación como un maldito ladrón.
Como el ladrón que era.
—Lissandra… —jadeó—. No