Por la noche, Zahyr despertó solo. A pesar de que las cortinas de gasa del dosel de la cama seguían corridas, el olor en la almohada a su lado le indicaba que había tenido compañía durante el día.
Se desperezó. Una pequeña sonrisa satisfecha apareció en los labios pálidos. Aunque pelearon la noche anterior y lo enojado que había terminado Vlad, el vampiro durmió a su lado como llevaba centurias haciéndolo.
Caminó al baño y tomó una ducha rápida. Se vistió con ropas ligeras acordes al clima de la isla, ató su cabello ceniciento y salió de la lujosa habitación ubicada en las catacumbas del castillo. Era la zona más segura del edificio, la puerta de acero tenía un sistema de seguridad infranqueable y un pequeño cuarto anexo desde donde se podía controlar todo el sistema de cámaras de la construcción. Al salir, saludó a sus guardias vampiros apostados a los lados de la recámara.
Subió las escaleras de piedra hasta la primera planta y se preguntó en dónde podría encontrarlo. Necesitaba hab