Un mal presentimiento acosaba a Lía mientras, ansiosa, escudriñaba la oscuridad a través del gran ventanal del salón.
Desde su vida mortal estaba unida a Ryu por algo más fuerte que la sangre. Eran gemelos y cuando las emociones de este eran muy fuertes, ella lo notaba como una reverberación de sus tipos sentidos. Si estaba furioso, la ira la alcanzaba, cuando estaba feliz también podía sentirlo.
Al convertirse en vampiros, ese vínculo se afianzó y hubo momentos en los que si ella se concentraba, podía ver lo que los ojos de él veían. Ryu nunca había creído en ese vínculo, no le daba importancia, pero ella sí y ahora mismo se encontraba inquieta, algo malo sucedía
Cuando Lía se enteró que Donovani quería una reunión con su hermano, se lo dijo, no confiaba en ese vampiro. Para ella era solo un ambicioso iluso que quería desplazar a Ryu y obtener su puesto.
¡Como si eso fuese posible!
Ryu era el líder, el príncipe. Un título que se había ganado no por derecho de sangre o nacimiento