Cuando se bajó de la vieja camioneta del señor Marc, un torbellino de emociones la embargó. El miedo era el que más prevalecía.
Toda su vida, permaneció recluida en su casa debido a su ansiedad social. Las personas le daban pánico, así que siempre se sintió segura en su casa, con la señora Alicia y su padre.
Por supuesto, hasta hacía muy poco no sabía que su peor enemigo, el ser más peligroso, no estaba fuera, sino dentro de su casa.
Ahora tendría que enfrentarse a situaciones nuevas y personas desconocidas. Ya no había casa donde refugiarse y eso le daba pavor.
Pero si quería sobrevivir y ser libre, tenía que hacerlo o al menos intentarlo.
Levantó su cara y exhaló un tenue suspiro al mirar la fachada blanca y el techo rojo de dos aguas de la casa.
Parecía una vivienda de publicidad, con un jardín delantero, césped milimétricamente recortado y un roble con el tronco grueso del que pendía un columpio. Hasta tenía un hermoso rosal en flor perfumando la entrada.
Tomó sus man