Laurel
Me dormí al instante y tuve sueños extraños. Fue como si mis temores se hubieran reunido y conspirado en mi contra, pero al despertar, en la calidez y protección de Liadrek, sentí alivio y sonreí.
Me sentí dichosa y feliz, y por primera vez en muchos años, mis barreras protectoras habían caído. Solo éramos Liadrek y yo, y el innegable amor que nos teníamos. Solo eso importaba.
La mañana fue cargada de flirteos, palabras con doble sentido y caricias intencionadas, pero sutiles.
Era divertido seguirle el juego y coquetear como si no hubiéramos tenido una noche de pasión la noche anterior.
Para el mediodía, habíamos llegado al mar oculto. Decidí hacer una parada, pues siempre encontraba tesoros humanos aquí.
Nos bajamos del caballo y caminamos en silencio, admirando la belleza del lugar.
Este océano era diferente al resto, pues no había arena. En su lugar, las rocas cristalinas lo rodeaban, así que debíamos andar con cuidado porque también eran puntiagudas.
El mar era cristalino,