Laurel
Observé a Liadrek en silencio mientras cenábamos frente a la fogata. La luna brillaba en un tono plateado aquella noche, acompañada por un sinfín de estrellas en un cielo azul marino.
La brisa fría movía las hojas de los árboles y nos regalaba caricias escalofriantes. El silencio era el protagonista, pues Liadrek y yo estábamos tímidos.
Ay, ya no era orgullo ni enojo lo que nos hacía actuar como tontos; era la vergüenza de no saber cómo abordar al otro y tener esa conversación incómoda.
Suspiré, rendida, y decidí ser yo quien rompiera el hielo.
—¿Crees que encontremos algún Wos? —le pregunté, fingiendo naturalidad, pero los nervios se colaron en mi voz en forma de temblores sutiles.
Liadrek me miró por unos segundos que parecieron eternos; luego, sonrió a medias.
—Espero que sí —contestó—. ¿Tú me quieres, Laurel? —inquirió de la nada, agarrándome desprevenida.
Por poco escupí el contenido de mi boca, pero puse todo mi empeño en mantener la compostura.
—¿Acaso no es obvio? —le d