Kaia
Di vueltas en la cama antes de despertarme, luego me froté los ojos, extendí los brazos y solté mi característico grito junto a un largo bostezo.
—¿Dónde estoy? —me pregunté después de incorporarme, toda desorientada al notar que no estaba en mi habitación—. ¡Ah, cierto! —recordé, y mi corazón empezó a latir muy fuerte porque vería a Nevan. Estaba en su casa, pues mis padres y yo nos quedamos a pasar la noche.
—¡Ah! ¡Voy a desayunar contigo! —celebré, y empecé a brincar en la cama como si fuera una cachorra.
Estaba tan feliz.
Corrí al baño a asearme, luego me puse la ropa que la tía me regaló. Me miré al espejo, satisfecha, y solté un largo suspiro para calmar los nervios que empezaban a molestarme.
Vería a Nevan un día más, y eso me tenía de buen humor, pero también me daba miedo.
Me sentí extraña al no estar en casa, y de repente recordé a mi pichinchu hermoso, que dejé allá.
—¡Ay, Nivi! Apenas papá te trajo ayer, y ya me separé de ti, bebé —dije a la nada—. Te prometo que no t