Kaia
La brisa y los movimientos bruscos de mi huida levantaban mi cabello mientras yo corría en medio del bosque.
Las lágrimas me mojaban las mejillas, y el corazón daba palpitaciones eufóricas que me exaltaban.
Era una tonta...
Me detuve cuando supe que me había alejado demasiado, y de repente el bosque se sintió demasiado oscuro y tenebroso para mí, pese a que la claridad del día se colaba con timidez entre las hojas.
—¡Tonta, tonta, tonta! —peleé conmigo misma mientras caminaba en círculo en un mismo lugar, temblorosa y con la respiración acelerada.
Solté un largo suspiro y caí sentada sobre el suelo cubierto por hojas y maleza, que estaban todavía húmedas por el rocío de la mañana, y empecé a llorar desconsolada mi frustración.
—¿Con qué cara voy a mirar a Nevan ahora? ¡Ah! ¿Que no quería que me viera como a una mujer? Con mi comportamiento de loca, solo me verá como a una cachorra tonta e inmadura. ¿Cómo le explico mis tonterías?
Volví a suspirar y sequé mis lágrimas; entonces em