Kaia
Parpadeé varias veces antes de abrir completamente los ojos. Al principio, todo a mi alrededor era borroso y desconocido, hasta que poco a poco fui reconociendo las formas de este lugar.
Estaba en mi habitación...
No la de casa, sino la de mi apartamento...
Me senté de golpe, confundida, y busqué a Nevan con la mirada. Mi corazón estaba agitado y mi boca entreabierta, no solo por el desconcierto, sino también por la sorpresa de ver a mis padres y a Zebastiel allí.
Nevan corrió hacia mí, se sentó en la cama y me agarró ambas manos, cuyos nudillos besó, desesperado.
—¿Qué sucedió? —pregunté, todavía perdida.
Mamá corrió a mi lado, se sentó en la cabecera de la cama y me abrazó.
Me sentí atrapada entre ella y Nevan.
—¿Qué les pasa? ¿Por qué están aquí? —insistí, pues nadie me había respondido.
—Te desmayaste anoche —respondió papá con los ojos cansados y el rostro inundado de tristeza—. Nevan nos llamó de emergencia y hace unas horas llegamos acá. Te curamos y te dejamos descansar.