Nevan
Mis piernas estaban extendidas, mi espalda un poco inclinada y mis ojos buscaban su rastro. Se movía tan rápido que me era difícil empezar a atacar.
—Maldito Wos escurridizo… —balbuceé, con los dientes apretados y la ira consumiendo todo mi interior.
Una energía fangosa intentó cubrirme de forma repentina, pero reaccioné a tiempo y la esquivé con mi poder helado, que la envolvió y congeló.
Con mi espada, golpeé la bruma de hielo que se extendía en el aire, haciéndola estallar.
El sonido crujiente de los pedazos frágiles inundó el patio, acompañado del humo frío que liberaron.
Di un salto en dirección a los árboles, apuntando a un punto fijo con mi espada, pues ya había encontrado a ese maldito.
Él se movió a tiempo y empezó a atacarme con su poder. El fango apestoso caía sobre mí como una lluvia gruesa y desagradable, pero no dejaba que me tocara: era tóxico y asqueroso.
Usaba mi espada como escudo, girando la mano con rapidez para detener a tiempo cada ataque hediondo.
¡Qué asc