Kaia
El sol empezaba a ponerse cuando llegamos a la galería. Nevan se apeó deprisa, me abrió la puerta y me ayudó a salir.
No sabía por qué hacía eso si yo misma podía, pero así era él. Y me encantaba.
Desde que pusimos un pie dentro del edificio, Lana lo recibió casi corriendo, lo jaló del brazo y se lo llevó a rastras. Tuve que agrandar mis pasos para seguirles el ritmo.
Entramos a un salón lleno de esculturas de diferentes formas. Todas elegantes, artísticas y hermosas...
Me quedé congelada allí, admirando la belleza de cada pieza, imaginando la historia detrás de ellas y el significado que tendrían para Nevan. Él, junto a su jefe, daba un discurso sobre las obras a las personas que se acumulaban a su alrededor.
Con el pecho lleno de orgullo, me quedé a distancia, escuchando lo que decían. Mi corazón saltaba ufano al ver el entusiasmo y la pasión de Nevan, y deseé ser tan buena como él algún día.
—Él nació para brillar —me dijo Lana, sacándome de mi trance.
Le sonreí en respuesta.