Kaia
El silencio se instaló entre nosotros, pues me quedé sumida en los recuerdos y en todo lo que había perdido. Muy en el fondo, sentía que ese día me fue arrebatado más que mi integridad. Esa sensación siempre me había acompañado desde entonces.
—Estás muy pensativa y callada —comentó Nevan, captando mi atención.
Solté un suspiro.
—Desde que regresaste, algo cambió en mí. Me siento diferente... —le dije, y enfoqué la vista en la carretera.
Lo percibí mirarme, pero me daba un chin de pena hacer contacto visual.
No entendía por qué hasta lo más tonto me daba vergüenza. Era ridículo.
—¿Y eso es algo bueno o malo? —preguntó con precaución, en alerta, como si temiera haber hecho algo incorrecto.
Yo odiaba que él tuviera que estar a la defensiva conmigo.
—Es bueno... —musité, y me atreví a buscar su mirada. Noté alivio en sus facciones—. En especial, en estos últimos días. Siento que hay un fuego ardiendo dentro de mí, que una parte dormida está despertando.
Un brillo inusual se reflejó