Kaia
No podía evitarlo, aunque ya no quería llorar por él. Simplemente, no se merecía mis lágrimas.
¿Cómo se atrevió a jugar conmigo así? Fue demasiado cruel. Yo...
Las lágrimas inundaban mi almohada y mi llanto despertó a Nivi, quien se recostó a mi lado para consolarme.
Quería morirme.
Me sentía tan humillada.
De repente, escuché toques suaves en la puerta, suspiros y la voz que me dejó paralizada.
—Kaia, ábreme —dijo Nevan, con tono arrepentido.
Me hice la fuerte y me quedé rígida en mi lugar, avergonzada de llorar, por lo que me detuve.
Silencio...
Uno incómodo y doloroso.
—Kaia, por favor, ábreme —insistió, un poco desesperado.
Y mi corazón se arrugó, pero me mantuve firme hasta que admitió que fue un tonto y volvió a pedir que le abriera.
Me levanté, dispuesta a decirle todo lo que me estaba torturando, a despotricar sobre él mi dolor y enojo, pero, al abrir, toda mi valentía se esfumó.
Temblé ligeramente y tuve que arreglármelas para no tartamudear. Todo mi disgusto se coló en