Kaia
Estaba rígida, y todavía mi corazón latía rápido y muy fuerte, pero solté un suspiro largo al entender que no estaba en peligro, sino que mi mente había creado todo esto.
—¿Q-quién eres? —pregunté, y odié que mi voz sonara tan afectada por el miedo.
Yo era un caso perdido.
—Mi nombre es Ronaldo, mucho gusto... —arrastró la última palabra como si esperara mi respuesta.
—Soy Kaia, el gusto es mío.
Su mirada marrón se clavó en mí, y sentí un extraño estremecimiento. No lo entendía, pero era como si todo mi ser se sintiera amenazado.
¿Por qué no podía ser una persona normal?
Tragué pesado, y, de forma disimulada, me sequé el sudor en las manos contra mi pantalón. Luego me relamí los labios y traté de poner mi mejor sonrisa, pues era momento de dejar el miedo atrás y ser una persona sociable fuera de mi círculo.
—El gusto es mío —respondió, y se acercó con su mano extendida para saludarme, pero yo me empujé hacia atrás de forma instintiva, como si él representara peligro.
¡Qué vergüen