Kaia
Cada vez estaba más encantada con este lugar. El arte que se respiraba aquí era simplemente sublime.
Todo era alegre, con ese toque de libertad que me incitaba a ser yo misma, sin vergüenza ni complejos.
Es que todos expresaban su pasión de una manera admirable y muy valiente. Era común ver a los pintores haciendo sus cuadros o bocetos al aire libre, a algún violinista practicando en las áreas verdes, presentaciones teatrales improvisadas, bailarines que mostraban su amor a la danza en cada esquina, donde los músicos aportaban sus melodías.
Escritores, poetas, escultores y todo tipo de arte, tanto visual como auditivo, se mostraban con una libertad contagiosa, dándole vida a la academia.
El entusiasmo me infló el pecho y las manos me picaron, pues yo también quise sumergirme en mi pasión.
—Bueno, ya todo está listo —dijo Nevan mientras revisaba mi itinerario y el permiso para que Nivi me acompañara a las clases—. Vengo por ti en la tarde. No te olvides de almorzar, y hazlo bien.