Nevan
Miré al cielo vasto y negro, con el brillo dorado de las estrellas y la luna creciente que resaltaba, cual reina de la noche y protagonista de un escenario pacífico.
La brisa fría contrastaba con la calidez de mi piel, pues sentía un calor incómodo que me hizo salir al balcón del apartamento y mantener la distancia con Kaia, la culpable de mi estado.
¿Qué diablos me sucedía?
El simple hecho de saberme a solas con ella, tan lejos de casa, provocaba emociones maliciosas. No solo eso: me daba un sentimiento de poder que, obviamente, no usaría.
No con ella. No ahora.
—¡Nevan! —Su llamado me provocó un leve estremecimiento. Miré hacia adentro por inercia y nuestras miradas se encontraron.
¡Demonios!
—¿Sí? —pregunté alelado, pues estaba perdido en sus hermosos e inocentes ojos.
—¿No tienes hambre? —preguntó, tímida—. No sé hacer mucho en la cocina, pero los huevos me quedan geniales...
Quise reír, pero temí que eso le molestara, así que solo suspiré, me relamí los labios y caminé haci