Bastian
Miré la pantalla de mi computador por última vez y me froté los ojos, cansado y hastiado de ver tantas putas letras.
¡Necesitaba unas vacaciones!
Solté un suspiro y revisé mi comunicador. El último mensaje que recibí de mi cachorrita había sido horas atrás, cuando me dijo lo agradecida que estaba por el apartamento.
—Agradecida... —mascullé, y no pude evitar sonreír.
¿Por qué mi bebé sentía que no merecía nada de nosotros? No sabía qué hacer para que se le grabara en su cabecita que ella merecía eso y mucho más. Todo mi trabajo era para que estuvieran bien, para que no les faltara nada.
¡Era mi hija, con un demonio! Pero algo se rompió desde que vivió esa maldita tragedia. Y eso no se quedaría así. No me importaba que hubieran pasado siete años desde aquel atroz incidente; todavía seguía buscando a ese gusano execrable y repugnante que se atrevió a tocar a mi cachorrita.
Disfrutaría romperle cada uno de los huesos, arrancarle las bolas, quemarle su asqueroso pene y darle una m