Kaia
Mis rizos eran levantados por los movimientos de mi corrida y mi pecho se sacudía debido a la risa que no podía evitar, al ser perseguida por Ray y Alex, mis pequeños sobrinos de siete años, hijos de Bastira.
Sus ojitos verdes brillaban de la emoción mientras intentaban alcanzarme, pero ese brillo se tornó en frustración cuando Nivi flotó alrededor de ellos y los hizo tropezar.
No pude evitar carcajearme. Perdí las fuerzas y también caí. Entonces Ray y Alex se me tiraron encima y empezaron a hacerme cosquillas.
—¡No, déjenme! —exclamaba entre risas, pero esos cachorros eran unos sádicos.
Nivi, creyendo que ellos me hacían daño, empezó a hacer su pequeño sonido desesperado, que era parecido al de un pajarito mezclado con maullidos.
Eso empeoró mi ataque de risa, porque Nivi los mordía con sus dientes chiquitos y afilados.
Los gemelos se apartaron de mí y fueron perseguidos por Nivi, quien los veía como una amenaza para mí.
—Madura ya, loca —dijo Alfar, el hijo del tío Zael, con un