Kaia
Nunca me había sentido tan cercana a Nevan. Había algo en él que me inspiraba confianza y seguridad, una paz que me llenaba el pecho y me susurraba que estaba protegida en sus brazos.
Sentí cómo la tensión y los sentimientos negativos eran drenados por su calor y perfume. Su aroma era tan fresco como la menta, y su esencia, pura como agua cristalina.
—Ven, te enseñaré algo que sé que te va a animar, pero debe ser un secreto entre tú y yo —me susurró al oído, y su aliento, junto a su voz aguda, me erizaron la piel.
Sentí que vivía un sueño. Uno hermoso, del que no quería despertar. ¿Desde cuándo Nevan era tan amigable conmigo? ¿Qué era esta complicidad repentina entre nosotros?
¿Tenía algún sentido que, justo cuando regresó de un viaje de todo un año, decidiera ser más abierto conmigo?
No es que antes fuera muy cerrado, pues fue él quien me enseñó el arte de la escultura y me transmitió el amor por este maravilloso arte; sin embargo, siempre mantuvo una distancia prudente entre no