—¿Qué está pasando...?
La voz de Imanol se quebró, apenas cruzó el umbral del salón. Su madre y Marfil lo esperaban en silencio, con una tensión densa flotando en el aire, como si algo hubiera muerto allí antes de su llegada.
—Siéntate, hijo.
Freya lo dijo en un susurro, como si le doliera hablar.
Imanol sintió que algo en su pecho se cerraba. El corazón le latía con violencia, como si su cuerpo presintiera lo que su mente aún no podía comprender.
Caminó con pasos inseguros hasta el sofá y se dejó caer frente a ellas.
—Por favor… hablen. Me estoy poniendo nervioso.
Freya le tomó la mano. Estaba helada.
—Hice algo... cuando Sergio estuvo aquí. No sabía cómo decirte esto.
Imanol frunció el ceño.
—¿Qué hiciste, mamá? ¿De qué estás hablando?
Ella respiró hondo, luchando contra las lágrimas.
—Mandé a hacer una prueba de ADN entre tú y Sergio. Lo siento, hijo…
Le extendió unos papeles arrugados. Su voz se rompió como un cristal.
—Sergio no es tu hermano de sangre.
Imanol se quedó en blanco.