POV Ariana
Han pasado dos meses desde aquel día.
El juicio de Beatriz fue como vivir una segunda tragedia… más lenta, más pública. Me dejó agotada, drenada en cuerpo y alma. Pero estuve ahí. Firme. Presente. No me escondí.
La vi entrar a la sala con ese rostro que no había cambiado tanto, aunque los días de encierro y la exposición le habían arrancado cierta arrogancia. Aun así, su mirada mantenía algo peligroso, algo venenoso. Ella también me vio. Y por un segundo, noté que se estremecía. No por culpa. No por vergüenza. Si no porque, por primera vez, me enfrentaba a ella de pie, con dignidad, con mi verdad completa.
Beatriz fue sentenciada a quince años.
Culpable de ser cómplice. Culpable de haber sido la mente detrás de un plan atroz, para dañarme, para romperme. Creadora intelectual de una pesadilla que me dejó cicatrices, pero no logró destruirme.
Y cuando el juez dictó la condena, ella pareció no entender. Su rostro se tensó, sus cejas se fruncieron y sus ojos —esos ojos que algun