Mi duende irlandés y mis duendecitas.
¿Qué, qué quería hacer? Ni yo misma sé lo que quiero en estos momentos y lo que estoy haciendo aquí, ¡Diablos! Si supiera que es porque París me obligó, me mata. No entendía absolutamente y es que de verdad este hombre me exaspera.
Primero toma a las duendecitas y se las lleva para hablar con su amigo, luego lo echa junto a París y por último, se le ocurre abrirme la puerta para dejarme ir con nuestras hijas, pero como guinda del pastel ahora me pregunta eso.
—¡No lo sé! —trato de ser honesta, es que de verdad me esperé otra cosa, todavía estoy esperando los gritos y reclamos de parte de él, pero nada. Si hasta me dijo que era “su tontita “
¡Dios! Apiádate de esta pobre alma en desgracia y dame una luz para saber ¿Qué hago con este hombre?
—Segura, ¿Segura de que no lo sabes?
—Obviamente no o ¿sí? —carraspeo y trato de enfocarme en mis pequeñas duendecitas, porque de solo verlo a él, olerlo y sentirlo tan cerca las hormonas se me están revoluciona